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Gabriela Pino ©
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a. Sobre confundir un final de fiesta con una obra
El miércoles primero de septiembre se celebró el lanzamiento del primer número de esta revista que Ud. está leyendo. La celebración fue en ThisIsNotAGallery. La noche estaba fría y yo decidí declararme enferma, eludiendo algunas responsabilidades, para poder asistir. Por motivos que no importan aquí y ahora, tuve que irme momentáneamente de la galería con la promesa de volver y llegar justito para la performance que Jackie Ludueña Koslovitch me había contado que venía ensayando hacia días. A pesar de todo, llegué tarde al show, cuando ya la gente rodeaba el escenario al nivel del piso. Literalmente, una pared de personas apretadísimas y deseosas de ver, tanto como yo, no me dejaba llegar a distinguir lo que estaba pasando.
Siempre me sorprendió el efecto Jackie en la gente, el efecto de sus piruetas y torsiones. Pensaba en eso, consolándome con ideas por mi ceguera involuntaria, cuando de un momento a otro se hizo un hueco y logré sentarme. Entonces sí, lo pude ver a él en el piso, arrodillado y doblado sobre sus rodillas. Lo vi levantarse, sonreir y acercarse al resto del elenco performer, un grupete de jóvenes acólitos que lo seguían con la mirada y la sonrisa.
Tentada, hice eco de ellos. También lo seguí con la mirada y la sonrisa. Y esperé. Esperé que pasara algo. Pero no pasó nada, la performance había terminado y yo no me había dado cuenta, atravesada como estoy por esta deformación profesional hacia el arte contemporáneo. Fue en un clic -rayano a la vergüenza (la propia)- darme cuenta lo que estaba pasando: había terminado todo y ahí estaba yo, viendo un final de fiesta. Estamos tan acostumbrados a que pueda pasar cualquier cosa en arte, que incluso un chico descansando de la actividad física recién realizada puede ser obra. Habrá que creerle a al curador Jorge Sepúlveda cuando tweetea que el arte contemporáneo no necesita contemplación, necesita curiosidad.
b. Operación copy-paste entre lo oído y lo visto
Algunos días después, comencé este texto nutriéndome con todo el material necesario antes de empezar siquiera a pensar sobre qué escribir. Me pareció apropiado recoger info que estuviera relacionada a SAUNA, el primer número y su lanzamiento; ver videos en youtube, bucear la web; también volver sobre apuntes propios e ideas que vienen pidiendo pista hace unos días. Vuelvo al mail que mandó la revista para invitarnos al lanzamiento.
Lo estudio un poco: allí se nos informa, entre gotas de sudor, que el evento sería amenizado con un Dj set de Mussa Phelps y una varieté artie de Jackie Ludueña Koslovitch y
Como sabemos, la ontología se ocupa de la definición del ser y de establecer las categorías fundamentales o modos generales de ser de las cosas a partir del estudio de sus propiedades. Aplicado al arte, es la pregunta por el “ser arte” de una obra. Es la pregunta que emerge cuando estamos frente a una pieza con características ambiguas, obras que trasvasan fronteras y desoyen consejos. Esta particular pregunta de la que estamos hablando se sostiene sobre una dupla de términos que al parecer ser no pueden ir juntos: Performance vs Varieté Artie. De todas formas, me pregunto ¿qué quiere decir varieté artie? (¿ud. se lo preguntó también?). Prefiero pensar que no es un término peyorativo y rescatar la magia de esta novedad, de esta flamante expresión lista para hacer las delicias de la taxonomía del arte. Pero entonces, cabe preguntarse qué está pasando aquí; indagar en la necesidad ad hoc de traer un término nuevo a este mundo tan cargado de clasificaciones y etiquetas. Y lo que es más importante, ¿qué es lo que particularmente hicieron Jackie y Pino esa noche que invitó a ser llamado de otra manera? ¿cuál es la profunda ambigüedad ontológica que esconde este gesto? Si esa noche, alguien escuchó a lo lejos la pregunta “¿esto es arte?” no fue de casualidad.
c. Que un gimnasta pueda generar ambigüedades ontológicas
La pregunta lanzada entre copas y felicitaciones en TINAG apuntaba a iluminar los caminos atravesados por Jackie y Pino para llegar hasta eso que todos estaban viendo. Esos caminos en los que un creador puede vérselas o no con los desafíos, resolverlos bien o mal, siempre y cuando sepa que si se deja vencer por los retos de la producción a conciencia nunca descansará en los laureles del Arte. Ya hemos leído aquí mismo que “el desafío, así como el desinterés por él, son territorios para apoderarse”. Tal vez, lo que no esta siendo dicho es que esta problemática se basa en ciertos preconceptos acerca de que es esperable en arte. Ideas que sostienen que no alcanza con lo técnico para que haya arte (determinando que lo que hace Jackie es pura gimnasia) abriendo una brecha (tantas veces revuelta) entre técnica e idea. Porque si es pura técnica, es virtuosismo y eso está mal visto. Digo yo, para esculpir como Bernini, mejor haber nacido antes que él, ¿no? Lo virtuoso es exhibicionismo, mientras que lo inmaterial (las ideas) es el último refugio de libertad y quiebre que supone el arte. Y sin embargo, hasta ahora nadie habló de la libertad y el quiebre que significa esa duda ontológica que muchos tienen (y tendrán, puedo intuirlo) con la obra de Jackie. Retomando el texto de Guido Ignatti en el número 1 de esta revista, frente a la inconsciencia con que Diego de Aduriz encararía la factura de su obra, es destacable que Jackie sí sabe qué materiales elegir para hacer su obra y con qué técnica señalar aquello que busca: es su cuerpo su mejor herramienta; él sabe lo que es capaz de producir en otros y nos está manipulando.
Yo encuentro indicios de que es un artista ambicioso y la ambición es dirección. Es joven, demasiado tal vez para pedirle que lo tenga todo claro. De alguna manera, está en un grado cero donde todo es posibilidad y todo puede hacerse. ¿y todavía le preguntamos qué es lo que está haciendo? Porque mejor aprendemos del ejemplo de la gran Susan Sontag (también podría haber dicho Walter Benjamín, Lucy Lippard o Guy Debord, entre otros), quien supo interpretar y leer su presente correctamente. Pero con corrección de actitud, que se entienda. Porque es probable que sus juicios fueran errados; ella misma lo declara cuando habla con desilusión sobre sus propias y erradas predicciones, corrigiendo en cierta medida la edición más reciente de su ya clásico Against Interpretation (1964). En definitiva, son los discursos que hacemos en torno a los eventos los que pueden estar más o menos errados, no los propios actos. Podemos equivocarnos mil veces en nuestras definiciones y errar radicalmente con lo que estamos pensando que estamos viendo (como me pasó a mí con el final de esta varieté artie). En todo caso se puede debatir sobre sus discursos asociados (como lo estamos haciendo aquí con la conversación escuchada o el flyer de invitación). A los hechos artísticos mejor enfrentarlos con curiosidad, para ver y dejarse atravesar por la experiencia. Luego, debatamos sobre lo dicho: sigamos interrogando sobre el estatuto ontológico de tal o cual actuación, estaremos dando un gran paso.
d. Ni explicar, ni interpretar: por una erótica del arte.
Perdonen si insisto, pero todo este problema del estatuto de lo que vimos el 1/09 se resume a un problema de términos. Cuando no podemos entender qué es lo que pasa en esos 6 minutos de performance es porque estamos usando parámetros que literalmente atrasan. Lo que quiero proponer con este texto es que abandonemos la lógica binaria en la que todo tiene que estar encasillado. La lógica binaria, la de la compu, la que te da opciones siempre acotadas: “aceptar”/“cancelar”. A lo mejor es un delirio, pero sin dudas cada tecnología hace su cultura, su producción visual y su universo de ideas. No es un determinismo, ni únicamente un horizonte de posibilidades, es una praxis determinada por esta tecnología y sus lógicas posibles. Nuestra era (¿cuándo empieza? ¿cuándo termina?) es la de lo binario. Necesitamos saber si la obra de Gabriela Pino y Jackie es performance u otra cosa. Necesitamos comprenderla. ¿hay otra opción? ¿podemos salir de nuestra lógica binaria? ¿cómo hacemos para que esa misma lógica se vuelva algo más interesante, algo de la próxima era, la que queremos que persista y hable de nosotros? Supongo que la clave está en la curiosidad como actitud, en la erótica del arte.
Experimentar… estar abiertos a lo que viene para dejarnos impactar. Incluso la lógica de un producto paradigmático de estos tiempos binarios, los nuevos videojuegos, incorpora el factor experimental. Hoy a un videojuego se le pide cierta aleatoriedad; se le exige la posibilidad de que intervenga un otro sumando lo impredecible de sus decisiones y opciones. Porque no es una máquina, un logaritmo, sino un otro como nosotros. El nuevo videojuego, el que se juega online, en facebook o en red, es un juego sin final, no es lineal, es expandido y expansible. Si no vamos a poder dejar de estar inmersos en esta cultura digital, por lo menos aprendamos de ella: esta nueva realidad digital está pasando. ¿nunca vieron a un chico jugar con estos nuevos juegos que incorporan el “el azar humano”? Son geniales: ven de qué viene la mano y rápidamente -¡son chicos!- ¡aprenden porque tienen que seguir adelante!!!! ¡Tienen que seguir jugando y ganar!
e. Sinnead O’Connor tenía razón: fight the real enemy!
Lo que hicieron Gabriela y Jackie en el lanzamiento de SAUNA fue un signo mucho más complejo de lo que parece a simple vista: cruzaron destreza física con coraje, superando toda brecha entre cuerpo y mente; superpusieron capa sobre capa de estímulos visuales; para el espectador atento, proyectaron un fragmento de un video iluminador, clave para darle una lectura interesante al asunto. La proyección en cuestión es una canción a capella por Sinnead O’Connor en Saturday Night Live (1992). Tras cambiar estratégicamente algunas palabras de la canción “War” de Bob Marley, rompe una foto de Juan Pablo II gritando “fight the real enemy”.
Un gesto radical, inesperado y que marcó su trayectoria para siempre. Mucho más “para siempre” de lo que podríamos pensar. Hoy en día, la NBC tiene prohibido la proyección de ese episodio en cualquier país, y nunca se volvió a ver al aire. De hecho, en un gesto de conversión del pasado para que diga lo que ellos quieren que diga, lo único que hoy se puede ver del incidente es un material de archivo de la prueba de vestuario en donde O’Connor no cambia la letra y muestra la foto de un chiquito hambriento de África. Esa es la historia oficial que hoy podemos conocer del affair O’Connor-Juan Pablo II en SNL. Entonces, ¿qué historia queremos que se cuente de la varieté artie con la que nos agasajaron en el lanzamiento de SAUNA?
Celebrar el reconocimiento de un otro con una lectura desperjuiciada de nuestro presente, donde no se falsee el pasado ni se fuerce el futuro, es necesario para poder seguir adelante.
Mariana Rodríguez Iglesias (piscis, 1982)
es licenciada en Artes (UBA). Docente de numerosos cursos en historia del arte, arte contemporáneo y mercado de arte. Tallerista fundadora de TRAC/Taller de Reflexión en Arte Contemporáneo. Se desempeñó como productora del sitio ramona web y coordinó el proyecto Bola de Nieve, en Fundación Start. Es asesora de coleccionistas en arte contemporáneo y organiza exposiciones regularmente en galerías porteñas (Appetite, Masottatorres Arte Contemporáneo, Crimson, entre otras