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Gabriela Pino ©
all rigths reserverd
Para mí siempre hay un nuevo ideal, un nuevo camino por recorrer, un nuevo
enigma para decodificar.
Hasta hoy pude publicar este texto. Decidí hacerlo en este sitio, pues intenté varias veces publicarlo en plataformas distintas y por diversas razones no fue posible. Por un lado eso me hizo reflexionar en el trabajo de la escritura y su mundo. Cómo la gente que escribe está condenada por aquellos que deciden publicar o no. Por otro lado por la situación de ser mujer. El mundo de la escritura es de las mujeres me dijo una vez una amiga y tal vez sea verdad. Si las mujeres antes estuvieron “relegadas” al ámbito de lo privado lo único en lo que encontraban una salida, aunque fuera ficticia, era en la escritura. Entonces reflexiono ¿Por qué hoy si una mujer se dedica a realizar obras más allá de la escritura y del ámbito privado, hay tanta dificultad para mostrarlas, para hacerlas públicas?
Troncos de hojalata sostienen en sus copas miles de latas. Las latas vacías dejan de serlo para convertirse en hojas parte de un paisaje dorado al que somos invitados a visitar. Las latas están unidas por costuras manuales que hacen que ninguna de las hojas caiga sobre el suelo.
Es
Naturaleza Lúdica el proyecto de la artista argentina Gabriela Pino presentado en La ira de Dios, una joven galería ubicada en Buenos Aires, Argentina. El proyecto de Pino es el resultado de un proceso de trabajo manual e intelectual que reflexiona sobre el consumo, el esfuerzo y el placer.Las marcas del trabajo manual en la obra son evidentes, las uniones son fueron realizadas por las manos de la artista y muestran el esfuerzo del trabajo realizado para la construcción de la obra. Pino ha comentado en repetidas ocasiones el placer que experimenta transformando los materiales y resignificándolos.
En
Naturaleza Lúdica la artista no sólo resignifica el material sino que juega con el placer de la visualidad y el placer del paladar. Las latas son de dulce de batata. Un dulce parecido a la mermelada con una textura sólida que se lleva a la mesa de casi todos los hogares de Argentina. El dulce de batata se le suele llamar “el falso marrón glacé, o para ser más claro: el marrón glacé de los pobres”. Es decir, es un placer al que cualquier clase social puede tener acceso tal y como a la obra de Pino.