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Gabriela Pino ©
all rigths reserverd
Su fuente de inspiración son los catálogos de supermercado, esos efímeros semanarios del consumo diario.
En ellos se muestran las mercancías de las góndolas como joyas de ocasión. Gabriela elige un producto específico (limón, carne, manzana, etc.) y lo recorta obsesiva y pacientemente una y otra vez hasta tener miles sobre su mesa de trabajo.
Para el maniquí prefirió cortes de carne (tira de asado, pechito de cerdo, falda)
y los pegó uno por uno sobre la piel de una mujer descarnada.
El maniquí muestra un “buen lejos”: una ajustada remerita al cuerpo, y un “buen cerca”: incontables pedazos de bifes sobre una mujer plástica